Ha sido hallado un cabo que puede ser del barco y van a intentar
bajar dos equipos de buzos para intentar confirmar que el bateeiro está
en el fondo. Una marea humana peina el litoral para intentar hallar a
los tres desaparecidos en el naufragio.
El dispositivo de búsqueda montado tras el naufragio del Paquito Nº Dos ha localizado nuevos restos del barco en el mar, cerca de Corrubedo. En la zona de As Teiláns, ha sido hallado un cabo que puede ser del barco y, si las condiciones meteorológicas lo permiten, van a intentar bajar dos equipos de buzos para intentar confirmar que el bateeiro está en el fondo. El cabo, que podría llevar hasta el barco, ha sido localizado por la embarcación de María do Río de la Xunta
Esta mañana se ha intensificado el operativo de
búsqueda con medios aéreos, marítimos y terrestres. Por tierra cientos
de personas peinan la costa en busca de los tres tripulantes
desaparecidos ayer tras zozobrar el bateeiro de Boiro cuando se dirigía a
Muros. Ayer se encontraron restos de la embarcación y efectos
personales en la zona, la más peligrosa de la travesía que había
emprendido un barco que iba cargado de mejillón.
El dispositivo está integrado por el buque Don Inda, las Salvamar de intervención rápida Sargadelos y Régulus, así como los helicópteros Helimer 215 de Salvamento y el Pesca I de la Xunta de Galicia.
El grupo especial de actividades subacuáticas de
la Guardia Civil y los buceadores de Salvamento Marítimo de la base de
Fene se suman a la búsqueda, que también cuenta con el avión de Sasemar
102, las patrulleras de la Guardia Civil Tabarca y Andarax y el buque de la Xunta Sebastián de Ocampo.
Cargado de mejillón
El barco bateeiro, el Paquito Nº Dos,
cuya armadora es la conocida empresa de congelados Paquito, desapareció
cuando viajaba desde Cabo de Cruz -en el municipio boirense- hasta
Muros cargado con mejillón. A bordo iban tres personas, todas de Boiro:
el patrón, un veterano hombre de mar llamado Germán Fernández Triñanes,
de 52 años; Santiago Blanco Treus, de 47, conocido como Mané, y Antonio
Hermo Torrado, de 38 años.
El Paquito Nº Dos partió de Cabo de
Cruz sobre las doce del mediodía. Fue visto arrancar cargado de
mejillón, que iba en la tolva de grandes dimensiones ubicada en la
cubierta del barco -una especie de embudo gigante donde se almacena el
bivalvo-. Algunos pensaron que iría hacia Aguiño, donde suele trabajar
en alguna batea. Pero su destino estaba más lejos, en Muros. Se cree que
llevaba a bordo mejillón de tamaño pequeño para colgarlo en viveros de
la ría muradana.
Tenía que estar en Muros sobre las cuatro de la
tarde. Pero no llegó. Ni a esa hora ni a la siguiente. «Esperaban su
llegada para traerlos de vuelta a casa, porque el barco quedaba allí y
ellos venían por tierra. Y al no llegar a la hora convenida, empezaron a
preocuparse», señalaron desde la armadora. Ahí empezaba a descolocarse
la situación. No llegaban a puerto. Tampoco cogían los móviles. Y no
había ninguna alerta que diese a entender que habían tenido problemas en
el mar.
Sobre las cinco de la tarde, el cuarto tripulante
del barco, que se fue a Muros por tierra para traerlos de regreso a
Boiro, dio la voz de alarma. Salvamento Marítimo puso de
inmediato un dispositivo de búsqueda por aire, mar y tierra. Al
principio, quizás porque nadie en la comarca recordaba ayer desgracias
similares con un barco bateeiro -de dimensiones considerables y bastante
estabilidad- se impuso la serenidad. «Calma, teñen que aparecer», se
repetían a sí mismos muchos mejilloneros. Pero el reloj fue robando
esperanza poco a poco. Llegó la noche sin noticias de los tripulantes.
Encima, sobre las ocho de la tarde, Salvamento confirmó que en la zona
de Corrubedo aparecieron restos del barco. Se topó el botiquín y también
efectos personales de los navegantes.
La carga, en la tolva
A partir de ahí, tras saber que pudo ser en
Corrubedo donde se truncó su viaje -algunas personas dijeron que vieron
el barco en esa zona-, sí empezaron a atarse algunos cabos. Una
hipótesis tomó fuerza. El Paquito Nº Dos iba cargado de mejillón, con lo cual su línea de flotación se supone que estaría más baja que si navegase vacío.
Entre esa circunstancia y que había un mar de fondo considerable -un
hecho que corroboraron ayer tanto mejilloneros barbanzanos como patrones
de pesca- es factible que un golpe de mar pudiese hundir el pesquero.
También pudo jugar en su contra que la carga no la llevase a ras de la
cubierta, sino más arriba, en la tolva, lo que no ayuda a dar
estabilidad al barco. De todas formas, será la investigación del
accidente la que determine lo ocurrido.