La Luna recibe con asiduidad el impacto de meteoritos, que
han deformado su superficie desde sus orígenes hace 4.500 millones de
años hasta darle el aspecto de queso Gruyère que popularmente se le
atribuye hoy. Como no tiene atmósfera que la proteja, cualquier objeto,
aunque sea pequeño, puede dejar en ella una nueva cicatriz. Por este
motivo, los astrónomos escrutan nuestro satélite natural en busca de
destellos que revelen nuevas colisiones. En marzo del pasado año,
investigadores de la NASA observaron la mayor explosión jamás registrada
hasta entonces, provocada por el choque de un objeto de 40 kilos. Pero
astrónomos españoles no han tardado mucho en arrebatarles el récord.
Tan solo unos meses después, el 11 de septiembre de 2013,
investigadores del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) y de
la Universidad de Huelva detectaron gracias al programa de observación
MIDAS, que vigila la superficie lunar con dos telescopios desde Sevilla y
Toledo, otra explosión al menos tres veces más potente, equivalente a
la detonación de unas quince toneladas de TNT, que podría haber sido observada desde la Tierra sin ayuda de telescopios ni prismáticos.
También la anterior, pero esta vez el fogonazo era mucho más largo y
brillante, y la roca, diez veces más pesada. Lo acaban de anunciar en la
revista científica Monthly Notices of the Royal Astronomical Society.
«Casi no podía creerlo, me di cuenta de que había visto
algo extraordinario», dice José María Madiedo, profesor de la
Universidad de Huelva, cuando recuerda el descubrimiento . «Los impactos
contra la Luna son muy frecuentes, pero los objetos tienen el tamaño de
una nuez o un puño. Ver un impacto como este es muy difícil y
excepcional», subraya.
Los investigadores desconocen la procedencia de este
objeto, aunque probablemente es parte de un cometa o un asteroide. El
experto advierte de que «si hubiera caído en la Tierra, es posible que
parte habría podido sobrevivir a la atmósfera y producido un meteorito,
provocando un estruendo y alguna rotura de cristales, pero nada
comparado con lo que ocurrió hace un año en Rusia», en relación con la
explosión producida sobre los cielos de Chelyabinsk.
Según los investigadores, la frecuencia con la que se
producen los impactos contra nuestro planeta de rocas de un tamaño
similar a esta de la Luna es casi diez veces más alta de lo que hasta
ahora pensaba la comunidad científica. Lo que ocurre es que el mundo en
el que vivimos posee una atmósfera protectora que provoca que la mayoría
de estos objetos exploten en el cielo, pero la Luna carece de este
escudo, así que hasta las rocas más pequeñas pueden chocar contra su
superficie y dejar un cráter como recuerdo.
Los impactos en la Luna también deben ser vigilados por si algún día la humanidad decide establecer allí una colonia.
«Incluso un objeto del tamaño de un grano de arena llegaría al suelo a
una velocidad increíble, como una bala», recuerda Madiedo.