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viernes, 21 de abril de 2017

LENGUAS DE FUEGO ACTIVAS Y 2 MIL HECTAREAS ARRASADAS EN EL BIERZO-LEÓN

Las llamas cruzaron el río Oza y la carretera, subieron por encima de Montes de Valdueza y se dirigen a Peñalba

Tres días con sus noches lleva ardiendo el monte en la Tebaida berciana, ese espacio refugio de eremitas desde el siglo IV, declarado por decreto desde 1969 Paisaje Pintoresco, luego Bien de Interés Cultural y con aprobaciones plenarias en 2015 de Ponferrada, Consejo Comarcal y Diputación para optar a la declaración por la Unesco de Patrimonio de la Humanidad. Hoy, buena parte de la franja sur de esas montañas de complicado acceso, son un tizón negro. El desastre es mayúsculo.

El fuego ha arrasado y sigue avanzando en un área de belleza singular. El verde frondoso de las matas de roble, de encinos y castaños, con tonos morados del monte bajo por el brote de la urz, se ha transformado en un infierno negruzco sin vida. Son lenguas de fuego kilométricas con un humo blanquecino escandaloso. La nube creada por el incendio es tan grande que atraviesa, desde por encima de San Cristóbal de Valdueza, toda la cara sur de la comarca del Bierzo y se adentra en Galicia por el municipio de Oencia hasta inquietar con el humo a los residentes en las montañas del oeste del Courel.

Al transitar por la carretera que da acceso al Morredero, a nadie se le escapa que la incidencia de los numerosos focos del incendio es ya catastrófica. El desastre ecológico, por su magnitud, es de los pocas veces visto en el Bierzo. Encoge el alma pasar por San Cristóbal de Valdueza y pararse en el mirador situado por encima de Peñalba de Santiago.

Las lenguas de fuego son tan grandes y alargadas que, sin exagerar, hay llamas activas en kilómetros y kilómetros a lo largo de las faldas del Valle del Silencio y las laderas altas del Valle del Oza que miran hacia el norte.

Desde el alto de Peñalba el viento azotaba ayer de una forma tan brutal que, entre ráfaga y ráfaga, costaba mantenerse de pie al que intentaba hacer una foto del suceso. Ese viento que soplaba desde el Este en dirección Oeste y que, de forma imprevisible cambiaba reavivando las llamas, fue el culpable de que el gran despliegue de medios técnicos y humanos que hay en la zona no hayan podido aún vencer los numerosos frentes del incendio.

A los hidroaviones y a los helicópteros vistos desde lejos a tamaño de mosca o avisporro sobre las proporciones de esos valles les era imposible soltar agua. El bufido del viento con el intenso humo cambiante, y el hecho de que las grandes llamas crearan verdaderas trampas mortales al conformar inmensas chimeneas valles arriba, fue lo que impidió zanjar ayer el gran problema existente. Si no se apacigua el viento, el incendio podría durar más días.

Por lo pronto no hay una cifra oficial sobre el daño causado de forma intencionada, pero los primeros datos oficiosos que circulan de las personas que están trabajando en la zona hablan ya de más de 2.000 hectáreas calcinadas.

El fuego que se originó cerca de Bouzas cruzó a eso de las dos de la madrugada el río Oza, atravesó la carretera y subió por encima de Montes de Valdueza. De allí se bifurcó en dirección hacia San Andrián y hacia Peñalba. Desde aquí, su pedánea, Susana Rodríguez, temía incluso que pueda llegar hoy por encima de la cueva de San Genadio. La pedánea de Bouzas, Celerina Alonso, decía que la «Junta debe ponerse seria», porque si no previenen antes, ahora el gasto en extinción es de proporciones abismales. En Montes de Valdueza, donde es pedáneo Manuel Gancedo, las llamas amenazaron el pueblo y se vieron bien cerca. De hecho, hasta en Ponferrada se reservaron plazas de hotel y se desplazó a la zona un autobús por si fuera necesario evacuar algún pueblo. La pasada noche volvía a presentarse complicada, con la incertidumbre que da la oscuridad.