El alcalde de la localidad defiende la colocación del público en la carrera
Uxía M. se convirtió anoche en la séptima víctima del fatal accidente que el sábado por la tarde sacudió el rali de A Coruña.
La pequeña, de 11 años y vecina de Carral, permanecía ingresada en la
uci del materno infantil, y desde primeras horas de la tarde fuentes
próximas a la familia alertaban de la posibilidad del fatal desenlace,
que finalmente se produjo pasadas las 22.30 horas. Los padres de la
niña, que la acompañaron en todo momento, accedieron a la donación de
sus órganos.
Uxía M. se convertía anoche en la cuarta víctima
natural de Carral, un concello que ayer por la mañana mostraba su pesar
en una emotiva concentración encabezada por su alcalde, José Luis
Fernández Mouriño. Visiblemente emocionado, el regidor aseguraba que el
accidente había sido una fatalidad y que no había que buscar culpables «donde nos los hay».
Según Fernández Mouriño, de haber acudido al rali también habría
escogido ese lugar como espectador. Lo haría incluso «acompañado» de sus
hijos. No ya porque la organización, como la Guardia Civil, «situó ahí
al público»; sino también porque «la lógica indicaba que la zona
peligrosa era el margen contrario», donde la comisión de carrera sí
despejó el arcén y desplazó a los asistentes hacia un lugar más seguro.
Carral era ayer un lugar destrozado. Todas las
esquinas iban ofreciendo al recién llegado una postal dramática de lo
que a un kilómetro de allí, monte adentro, sucedió el sábado. De lo que
sucedió y de lo que sigue sucediendo. Porque, aún más que el piloto
fuera de allí o que todo sucediera tan cerca, lo que más impresionaba
era el silencio. El silencio y un gesto. El silencio de la gente
caminando sin saber adónde y el gesto de un alcalde que con las manos
trataba de secarse las lágrimas. Fernández Mouriño se dirigió a sus
vecinos a duras penas, recordó a los fallecidos y heridos, y también al
piloto, con el que habló: «Está destrozado. Dice que no recuerda nada del accidente. Hay que arroparlo entre todos y darle cariño».