Con las manos. Así están intentando rescatar a los supervivientes atrapados bajo los escombros y sacar a los muertos tras el potente terremoto que sacudió a Nepal el sábado. Sin apenas medios, uno de los países más pobres del mundo se enfrenta a una catástrofe con al menos 3.218 fallecidos (cifra oficial) y con más de 6.000 heridos. Y esto es solo el principio porque la cifra de víctimas seguirá subiendo a medida que los equipos de rescate lleguen durante los próximos días a las áreas montañosas más remotas afectadas por el seísmo, cuyas pésimas carreteras y pistas de arena han quedado bloqueadas por desprendimientos de rocas y corrimientos de tierra.
Con el miedo en el cuerpo, decenas de miles de personas han
pasado las dos últimas noches a la intemperie, soportando las bajas
temperaturas y una llovizna que caía a ratos. Con mantas y sacos de
dormir, esperan al raso la llegada de la ayuda humanitaria; unos porque
sus casas fueron derribadas por el terremoto y otros porque están demasiado asustados como para volver a ellas si es que resistieron en pie.
Para recordarles que la pesadilla no ha terminado aún, ayer
hubo otra réplica, de 6,7 grados, que volvió a desatar el pánico en el
valle de Katmandú. En esta zona densamente poblada, donde viven unos 2,5 millones de habitantes en pueblos perdidos a
los que solo llegan caminos de cabras, sus humildes casas de adobe se
desplomaron como si fueran de papel, atrapando entre las ruinas a sus
moradores.
Aterrorizados por las réplicas, los médicos de Katmandú
tuvieron que evacuar a los enfermos y heridos de los hospitales para
tratarlos al aire libre por miedo a nuevos derrumbes. Una amenaza que
continuará durante los próximos días. «Como no hay manera de que uno pueda predecir la intensidad de las réplicas, la gente debe estar alerta», advirtió el responsable de la agencia meteorológica india, L.S. Rathore.Desbordado por la tragedia, el Gobierno nepalí ha lanzado un desesperado llamamiento a la comunidad internacional pidiendo urgentemente ayuda humanitaria. «Tanto los hospitales públicos como los privados se han quedado sin sitio y están atendiendo a los pacientes fuera, en la calle», explicó el embajador nepalí en la India, Deep Kumar Upadhyay. Mientras el primer ministro, Sushil Koirala, vuelve del extranjero para dirigirse a la nación, el titular de Información, Minendra Rijal, declaró a la televisión india que «nuestro país se encuentra en un momento de crisis y requeriremos abundante apoyo y ayuda. Hemos lanzado un plan masivo de rescate y rehabilitación y se necesita hacer muchísimo».
Ante esta petición de auxilio de Nepal, los primeros en
movilizarse han sido sus dos gigantescos vecinos, la India y China, que
han despachado de inmediato sendos equipos de emergencia. Mientras Nueva
Delhi ha enviado 258 miembros de sus Fuerzas de Respuesta a Desastres
Naturales, Pekín ha mandado 60 efectivos con perros adiestrados para
buscar supervivientes entre las ruinas. Por su parte, Pakistán ha
contribuido con cuatro aviones militares C-130 que transportan un
hospital de treinta camas y efectivos de rescate.
Además de Estados Unidos, que ha anunciado una primera
partida de un millón de dólares para responder a la catástrofe, el Reino
Unido, España y Noruega también están preparando el envío de ayuda
humanitaria.
La prioridad es hacer llegar a Nepal comida, medicinas y plantas potabilizadoras de agua,
ya que los damnificados han perdido lo poco que tenían y los hospitales
no dan abasto recibiendo heridos y muertos. Debido al daño que han
sufrido sus infraestructuras, ya de por sí calamitosas, la falta de agua
potable amenaza con propagar epidemias como el cólera, una enfermedad
que cada verano suele aparecer en situaciones normales en Katmandú.
En su casco histórico, plagado de vetustos edificios de piedra y madera
que ya amenazaban con venirse abajo y donde las familias vivían
hacinadas, el Ejército y los voluntarios se afanan por rebuscar
supervivientes entre los escombros con picos y palas porque las máquinas
excavadoras no pueden entrar por sus estrechas callejuelas. Si la vida
ya era dura antes para los nepalíes, ahora se ha vuelto un infierno entre ruinas.