El caudal del río Ebro superaba ayer los 1.100 metros cúbicos por segundo a su paso por Zaragoza, donde el nivel alcanzaba los 3,66 metros de altura, mientras que en las proximidades de localidad navarra de Castejón el caudal llegaba a los 1.600 metros cúbicos por segundo y el río se levantaba hasta los 6,6 metros de altura. Esta situación, propiciada por las precipitaciones registradas el fin de semana en la cabecera del río y el proceso de fusión de la nieve, obligaba a la Confederación Hidrográfica del Ebro a mantener la alerta por las inundaciones que ya han provocado daños en unas 2.600 hectáreas.
Para tratar de prevenir las futuras avenidas, hasta seis pantanos de las cuencas del Ebro y del Miño-Sil se vieron obligados también ayer a desembalsar agua con el objetivo de mantenerse en unos niveles capaces de acoger las aportaciones previstas para los próximos días, según confirmaba ayer el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. De todos ellos, el sistema de embalses de Mequinenza, Ribarroja y Flix (en el bajo Ebro, en la provincia de Tarragona), uno de los más próximos a la frontera con la Comunitat, llegó a desembalsar 1.050 metros cúbicos por segundo; mientras que en la zona de Cantabria, Álava y La Rioja, el desembalse osciló entre los 25 y los 50 metros cúbicos por segundo.
Con más capacidad
Paralelamente a esta circunstancia tenía lugar una jornada organizada
por el Comité Nacional de Grandes Presas, encuentro en el que los
regantes de la federación nacional se sumaron a las reivindicaciones de
los agricultores valencianos en la necesidad de acometer obras de
regulación como embalsas y trasvases entre las distintas cuentas
hidrográficas españolas. Así lo apuntaba el presidente de la Federación
Nacional de Comunidades de Regantes (Fenacore), Andrés del Campo, quien
advirtió que estas medidas «pueden resultar impopulares entre
determinados sectores políticos y ecologistas» pero sirven para evitar
los daños producidos por las lluvias y disponer de agua en los periodos
de sequía. En esta línea, recordó que, según las previsiones, las
precipitaciones se reducirán un 30% en los próximos 50 años por lo que,
en su opinión, los embalses deben recuperar al menos un 25% su capacidad
de reservas de agua para poder hacer frente a los efectos de la sequía.
«Está demostrado que los efectos del cambio climático serán más graves en los países que menos reguladas tengan sus cuencas hidrográficas, por lo que se debería prestar más atención a los estudios relativos al cambio climático y no dramatizar sobre los hipotéticos impactos negativos de las infraestructuras hidráulicas sobre el medio ambiente, máxime cuando estas obras son imprescindibles si se quiere garantizar una política capaz de cubrir la demanda de los alimentos básicos», defendió este portavoz de los regantes.