Tras una serie de desembalses preventivos, las compuertas se han
cerrado más de 24 horas para no alimentar las actuales crecidas del río.
El pantano del Ebro está entre la espada y la pared. Las lluvias y el
agua del desnieve que han convertido las zonas bajas del valle de Campoo
en un estanque no hacen más que alimentar al embalse. La solución pasa
por abrir las compuertas de la presa de Arroyo y soltar agua al Ebro,
pero las crecidas que se están produciendo en el curso medio del río
impiden a la Confederación Hidrográfica del Ebro desembalsar todo el
agua que quisieran. Al cierre de esta edición, el pantano estaba al 96%
de su capacidad -el máximo que puede soportar son 540,6 hectómetros
cúbicos-. La Confederación aseguró ayer que «un embalse al 96% no tiene
por qué tener ningún problema». Fuentes internas reconocían no obstante
que «ahora mismo hay poco resguardo en el embalse» y que «aunque la
situación no es tan extraordinaria, el pantano está en situación de
prealerta».
La Confederación sacaba pecho ayer por el papel que ha desempeñado estos
días el pantano del Ebro en la gestión de las importantes crecidas en
el cauce medio del río. El embalse, de manera ordinaria, estaba soltando
unos 10 m3/s (metros cúbicos por segundo) de agua, pero el lunes
llegaron las previsiones de avenidas extraordinarias en el eje del Ebro y
se empezó a desembalsar a un ritmo de 40 m3/s. El objetivo de esos
desembalses preventivos era vaciar todo lo posible el pantano y dejar un
amplio resguardo -la diferencia entre el nivel de agua real y el máximo
que puede soportar el embalse- para cerrar las compuertas cuando
empezaran las crecidas del río en el curso medio. «Se hace hueco en el
embalse antes de que llegue la crecida y cuando llega, lo cierras»,
simplificaba la Confederación. «Así, los desembalses preventivos han
permitido laminar el caudal del río para que no coincida con las
avenidas que llegaban de forma natural por otros afluentes y por tanto
reduciendo daños en las poblaciones aguas abajo».
El pantano estuvo soltando agua a ese ritmo alegre de 40 m3/s hasta
la madrugada del jueves (día 26), momento en que empezaron las crecidas
en el Ebro. «Desde ese momento se cerraron las compuertas -aunque
técnicamente se dejó abierto un caudal ecológico- aunque estaban
entrando al pantano caudales de hasta 150 m3/s». Es decir, que todo el
agua de la lluvia y el deshielo de la comarca campurriana estaba
colmando el embalse, cerrado para proteger al Ebro. «Gracias al
resguardo creado con anterioridad y a la reducción del agua desembalsada
se pudo restar caudal al Ebro, lo que ha significado restarle nivel y
daños en el momento de las crecidas».
La Confederación subraya que la gestión ha sido impecable e insiste
en que «el río está ahora mismo en un episodio de crecidas
extraordinarias». La actuación desde el embalse del Ebro, asegura, ha
permitido restar muchos daños en la zona de Miranda de Ebro, que se ha
visto afectada por las intensas lluvias de los últimos días, pero
también por el agua producto del desnieve que ha ido bajando desde las
montañas del sur de Cantabria, de Burgos y de Navarra -el desnieve de
los Pirineos solo ha afectado en el curso inferior, a partir de Aragón-.
Una vez que el nivel del río recuperó la normalidad en el curso alto,
la Confederación volvió a abrir las compuertas del dique de Arroyo a
las ocho de la mañana de ayer, viernes -han estado cerradas por tanto
algo más de 24 horas-. «Ahora el embalse tiene que volver a su
normalidad de gestión». Eso significa que ahora mismo se está desaguando
otra vez a 40 m3/s para ampliar el nivel de resguardo de cara a
próximos episodios de lluvia y/o deshielo.
Otras fuentes de la propia Confederación anticipan que estos próximos
días se abrirán y cerrarán las compuertas de manera intermitente para
aligerar el embalse, pero sin alimentar las crecidas. Para saber cuándo
hay que hacer cada cosa se tienen en cuenta los tiempos de
concentración, que permiten calcular cuándo llegará el agua que sueltas
en Arroyo a un punto concreto del cauce del Ebro y hacer que no coincida
con una crecida en ese punto.
El principal objetivo es llegar a final de la temporada de primavera
al máximo de la capacidad del embalse. En estos momentos, con 518
hectómetros cúbicos de agua acumulados, el embalse está muy por encima
de la media de los últimos cinco años, fijada en 445. No obstante, el
objetivo de tener el máximo de agua posible para afrontar el verano se
debe compatibilizar con la propia seguridad de la cuenca del Ebro y con
la función laminadora que tienen los embalses durante las riadas de
invierno. El año pasado, por ejemplo, no se llegó a los máximos
permitidos por el embalse «por un exceso de seguridad», aseguran las
fuentes internas consultadas.
Ahora mismo, aunque el embalse esté al 96% de su capacidad no se
reconoce temor de que pueda llegar al 100%. «Si llegara a ese punto se
activarían los aliviaderos de emergencia». El pantano tiene tres tipos
de aliviaderos: los laterales, que se pueden maniobrar para abrir o
cerrar el desagüe según necesidad, y los de seguridad, que son los que
están en la pared de la presa y que soltarían el agua por las ranuras
del dique de manera automática, en caso de que el agua llegase a su
nivel. «Pero nunca en la historia se han utilizado los aliviaderos de
seguridad».