Los suministros de ayuda están comenzando a
llegar a Tacloban, capital de la provincia filipina de Leyte, tres días
después de que el tifón 'Yolanda', una de las tormentas más potentes
jamás registradas, convirtiera a la una vez vibrante ciudad portuaria de
220.000 habitantes en un vertedero repleto de cadáveres.
El administrador de la ciudad de Tacloban, Tecson Juan Lim, afirma
que la cifra de muertos sólo en esa localidad "podría llegar a 10.000",
si bien por ahora el balance oficial que maneja el Gobierno filipino no
llega a los 2.000 (1.774).
Al menos una decena de aviones militares de carga estadounidenses y
filipinos llegaron a la ciudad el lunes. La Fuerza Aérea filipina ha
conseguido trasladar cerca de 60.000 kilos de suministros desde el
sábado.
Sin embargo, la demanda es enorme y los suministros no están
llegando a los que más los necesitan. "La gente está recorriendo la
ciudad, buscando alimentos y agua", ha relatado el rescatista
gubernamental Christopher Pedrosa.
Los camiones con ayuda desde el aeropuerto tienen dificultades
para entrar en la ciudad debido a la enorme cantidad de vehículos y
personas que salen de ella.
EVACUACIÓN DE LA CIUDAD
En motocicletas, camiones o a pie, la gente llenaba la carretera
hacia al aeropuerto, con pañuelos sobre sus caras para evitar el polvo y
el hedor de los cadáveres. Cientos de personas ya salieron de la ciudad
en aviones de carga rumbo a la capital, Manila, o a la segunda mayor
ciudad del país, Cebu, con muchos más durmiendo mal en el arruinado
aeropuerto con la esperanza de poder subir a vuelos en los próximos
días.
Periodistas de Reuters han viajado en un camión de ayuda del
Gobierno que tardó cinco horas en llevar 600 sacos de arroz, alimentos
en conservas y leche desde el aeropuerto al punto de distribución en el
ayuntamiento de la ciudad. Miles de sacos más fueron dejados en el
aeropuerto debido a que el camión no era suficientemente grande, según
funcionarios.
Pedrosa ha explicado que las preocupaciones por la seguridad
impiden que los suministros puedan ser repartidos tras caer el sol.
"Podría haber una estampida", ha precisado el rescatista.
El camión con ayuda ha viajado escoltado por soldados armados con
fusiles de asalto. "Es peligroso. La gente está enfadada. Se están
volviendo locos", ha admitido Jewel Ray Marcia, teniente del Ejército
filipino que encabezaba la unidad.
"NO QUEDA NADA PARA SAQUEAR"
El lunes, soldados dispararon al aire tiros de advertencia para
impedir que la gente robara combustible de una estación de servicio, ha
comentado Pedrosa.
Una presencia mayor de soldados y policías en las calles repletas
de escombros ha impedido mayores saqueos, al menos por ahora. Algunas
personas aún vaciaban un almacén de arroz y lo cargaban en carros y
motocicletas, sin que fueran detenidos por policías ni soldados.
Una fábrica de embotellamiento de cerveza y bebidas también estaba
vacía. En algunas áreas se entregaban botellas de Coca-Cola en forma
gratuita, mientras que era imposible encontrar agua para beber. Las
autoridades han advertido a los residentes de que no tomen agua de
pozos, porque probablemente están contaminados.
Pero existe otra razón por la que no continuaban los saqueos. "No queda nada para saquear", ha asegurado Pedrosa.
Funcionarios atribuyen la elevada cifra de muertos a la cantidad
de personas que se quedaron a proteger sus propiedades y que fueron
arrastradas por una ola de agua que llevaba destructivos escombros.
Una de ellas es Marivel Saraza, de 39 años, que llevó a sus seis
hijos tierra adentro antes de que 'Yolanda' tocara tierra, pero que
volvió después para proteger su casa, ubicada muy cerca del mar. Saraza
terminó luchando con el agua hasta el pecho para poder alcanzar terrenos
más altos, mientras que la ola de la tormenta destruyó su vivienda de
dos plantas.
"Mi casa simplemente se disolvió en el agua", ha relatado. Saraza
lucha ahora por alimentar a sus hijos. El Gobierno le entregó 2 kilos de
arroz y una sola lata de sardinas, lo que con suerte le resulta
suficiente para una comida familiar, de modo que su esposo buscaba
frutas tierra adentro. Pero los árboles han quedado despojados de frutos
por la fuerza del viento y los cultivos de arroz quedaron inundados con
agua salada.