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lunes, 11 de noviembre de 2013

COMIENZA A LLEGAR AYUDA A TACLOBAN, FILIPINAS

Los suministros de ayuda están comenzando a llegar a Tacloban, capital de la provincia filipina de Leyte, tres días después de que el tifón 'Yolanda', una de las tormentas más potentes jamás registradas, convirtiera a la una vez vibrante ciudad portuaria de 220.000 habitantes en un vertedero repleto de cadáveres.
El administrador de la ciudad de Tacloban, Tecson Juan Lim, afirma que la cifra de muertos sólo en esa localidad "podría llegar a 10.000", si bien por ahora el balance oficial que maneja el Gobierno filipino no llega a los 2.000 (1.774).
Al menos una decena de aviones militares de carga estadounidenses y filipinos llegaron a la ciudad el lunes. La Fuerza Aérea filipina ha conseguido trasladar cerca de 60.000 kilos de suministros desde el sábado.
Sin embargo, la demanda es enorme y los suministros no están llegando a los que más los necesitan. "La gente está recorriendo la ciudad, buscando alimentos y agua", ha relatado el rescatista gubernamental Christopher Pedrosa.
Los camiones con ayuda desde el aeropuerto tienen dificultades para entrar en la ciudad debido a la enorme cantidad de vehículos y personas que salen de ella. 
EVACUACIÓN DE LA CIUDAD
En motocicletas, camiones o a pie, la gente llenaba la carretera hacia al aeropuerto, con pañuelos sobre sus caras para evitar el polvo y el hedor de los cadáveres. Cientos de personas ya salieron de la ciudad en aviones de carga rumbo a la capital, Manila, o a la segunda mayor ciudad del país, Cebu, con muchos más durmiendo mal en el arruinado aeropuerto con la esperanza de poder subir a vuelos en los próximos días.
Periodistas de Reuters han viajado en un camión de ayuda del Gobierno que tardó cinco horas en llevar 600 sacos de arroz, alimentos en conservas y leche desde el aeropuerto al punto de distribución en el ayuntamiento de la ciudad. Miles de sacos más fueron dejados en el aeropuerto debido a que el camión no era suficientemente grande, según funcionarios.
Pedrosa ha explicado que las preocupaciones por la seguridad impiden que los suministros puedan ser repartidos tras caer el sol. "Podría haber una estampida", ha precisado el rescatista.
El camión con ayuda ha viajado escoltado por soldados armados con fusiles de asalto. "Es peligroso. La gente está enfadada. Se están volviendo locos", ha admitido Jewel Ray Marcia, teniente del Ejército filipino que encabezaba la unidad.
"NO QUEDA NADA PARA SAQUEAR"
El lunes, soldados dispararon al aire tiros de advertencia para impedir que la gente robara combustible de una estación de servicio, ha comentado Pedrosa.
Una presencia mayor de soldados y policías en las calles repletas de escombros ha impedido mayores saqueos, al menos por ahora. Algunas personas aún vaciaban un almacén de arroz y lo cargaban en carros y motocicletas, sin que fueran detenidos por policías ni soldados.
Una fábrica de embotellamiento de cerveza y bebidas también estaba vacía. En algunas áreas se entregaban botellas de Coca-Cola en forma gratuita, mientras que era imposible encontrar agua para beber. Las autoridades han advertido a los residentes de que no tomen agua de pozos, porque probablemente están contaminados.
Pero existe otra razón por la que no continuaban los saqueos. "No queda nada para saquear", ha asegurado Pedrosa.
Funcionarios atribuyen la elevada cifra de muertos a la cantidad de personas que se quedaron a proteger sus propiedades y que fueron arrastradas por una ola de agua que llevaba destructivos escombros.
Una de ellas es Marivel Saraza, de 39 años, que llevó a sus seis hijos tierra adentro antes de que 'Yolanda' tocara tierra, pero que volvió después para proteger su casa, ubicada muy cerca del mar. Saraza terminó luchando con el agua hasta el pecho para poder alcanzar terrenos más altos, mientras que la ola de la tormenta destruyó su vivienda de dos plantas.
"Mi casa simplemente se disolvió en el agua", ha relatado. Saraza lucha ahora por alimentar a sus hijos. El Gobierno le entregó 2 kilos de arroz y una sola lata de sardinas, lo que con suerte le resulta suficiente para una comida familiar, de modo que su esposo buscaba frutas tierra adentro. Pero los árboles han quedado despojados de frutos por la fuerza del viento y los cultivos de arroz quedaron inundados con agua salada.