En noviembre del pasado año no existía. Solo era
un punto de agua en el océano. Pero justo en ese mismo lugar, a 1.000
kilómetros al sur de Tokio, un volcán submarino entró en erupción y
empezó a lanzar violentamente material que se fue acumulando hasta que
hizo emerger un islote. Hace tres meses su superficie alcanzaba los
56.000 kilómetros cuadrados y una altura de 25 metros cuadrados por
encima del nivel del mar.
Pero Nijima, la nueva isla surgida del fondo del
océano, siguió engordando, alimentada por los cascotes volcánicos. Hasta
tal punto ha crecido que se ha acabado de unir a la vecina isla de
Nishino-shima, que en el momento inicial se encontraba a 500 metros de
distancia y que había surgido en 1973, también por una erupción
volcánica. Ambas son ya una sola isla. La erupción del volcán submarino
tampoco presenta signos de disminuir su actividad, por lo que es
probable que el tamaño del terreno vaya en aumento.
El islote original y el fusionado tienen ahora
algo más de 2.000 metros de diámetro. Alrededor de los respiraderos se
han formado dos conos que alcanzan más de 60 metros sobre el nivel del
mar, con lo que casi se triplica el punto más alto que existía en
diciembre.
Después de su violento nacimiento, muchos
expertos japoneses creían que el nuevo islote desaparecería pronto
debido a la erosión que provoca el océano. No solo no lo ha hecho, sino
que se agiganta.