Un incendio forestal con cuatro focos quemó ayer una
quincena de chalés y obligó a desalojar a unas 3.000 personas de cuatro
urbanizaciones y siete residencias de ancianos y discapacitados tras
arrasar una zona de arbolado y matorrales en los términos municipales de
Torrent, Godelleta y Chiva.
Los medios aéreos se han reincorporado desde las siete de
esta mañana y de manera escalonada a las labores de extinción del
incendio forestal de Torrent ( Valencia ), que se inició al mediodía de
ayer y obligó a desalojar siete residencias de ancianos y discapacitados
y una urbanización.
Fuentes del Centro de Coordinación de Emergencias de la
Generalitat han señalado a EFE que el incendio está "acotado y
perimetrado", de manera que los trabajos se centran ahora en sellar el
perímetro para que no haya rebrotes de las llamas.
Un total de siete medios aéreos -tres helicópteros y cuatro
aviones air tractor- han comenzado a desplazarse hasta la zona del
incendio para refrescar el perímetro, y se está relevando a los medios
terrestres que han trabajado durante toda la noche, sobre todo en la
cabecera del incendio, entre Chiva y Torrent.
Las mismas fuentes han señalado que la evolución del
incendio ha sido "positiva" durante la noche y que no han sido
necesarios más desalojos, mientras que la gente que ayer tuvo que
abandonar sus casas no ha podido volver todavía a ellas por precaución.
Por el momento se desconocen tanto las causas como la superficie afectada de este incendio forestal.
Urbanizaciones afectadas
Más de 300 bomberos, brigadistas, guardias civiles,
policías, agentes medioambientales, miembros de Unidad Militar de
Emergencias (UME) y vecinos voluntarios lucharon contra el fuego durante
toda la tarde en un intento desesperado de cercar las llamas, que eran
visibles desde varios kilómetros de distancia. Ocho helicópteros y cinco
avionetas también se unieron a las labores de extinción en una jornada
marcada por las altas temperaturas y el viento de poniente.
El incendio forestal afectó a las urbanizaciones de
Entreprinos, Cumbres de Calicanto, Sierra Perenchiza y Santo Domingo,
donde algunos vecinos salieron corriendo de sus casas y otros fueron
desalojados por la Guardia Civil. Durante los desalojos se vivieron
escenas de pánico debido a la rapidez con la que se extendieron las
lenguas de fuego. Chalés y coches en llamas, niños asustados, vecinos
con los rostros cariacontecidos, gritos de guardias civiles y
vigilantes, teléfonos móviles que no paraban de sonar y un gran trasiego
de bomberos y brigadistas por las carreteras y caminos de las
urbanizaciones afectadas. Fueron momentos de gran tensión y nerviosismo.
Dos personas recibieron atención médica por inhalación de humo y por
una torcedura de tobillo.
Entre los evacuados había niños, que pasan estos días de
vacaciones en su segunda residencia, así como ancianos y discapacitados
de los centros Albalar, Cumbres de Calicanto, Asiger Vistabella, Padre
Damián, Roger de Lauria, La Saleta y Virgen de los Desamparados. La
mayor parte de los desalojados fueron trasladados al polideportivo de la
urbanización de El Vedat y las instalaciones del Instituto Valenciana
de Seguridad Pública y Emergencias (IVASPE), donde fueron asistidos por
voluntarios de Cruz Roja. Los 60 internos del centro especializado en
trastornos mentales Asiger Vistabella fueron evacuados a otra residencia
del mismo grupo en San Vicente del Raspeig.
El primer aviso del fuego se produjo a las 12.06 horas,
según informaron fuentes del Centro de Coordinación de Emergencias, y
progresivamente se movilizaron hasta 14 brigadas forestales, medio
centenar de bomberos, 13 medios aéreos y la Unidad Militar de
Emergencias. También se instaló un hospital de campaña por si fuera
necesario utilizarlo. Los trabajos de extinción del incendio se
centraron desde el primer momento en proteger a las personas y sus
casas, pero los servicios de emergencia no pudieron evitar que las
llamas afectaran a una quincena de chalés y un restaurante.
Primer foco en Godelleta
El incendio se inició en una zona de monte bajo de
Godelleta por causas que investiga la Guardia Civil, aunque afectó, en
su mayor parte, a los términos de Torrent y Chiva. Sobre las once de la
noche, el incendio estaba estabilizado después de que los servicios de
emergencia acotaran el 90 por ciento de la superficie quemada. Según los
primeros indicios, el fuego pudo ser intencionado. Algunos testigos
manifestaron que vieron hasta cuatro focos.
La Guardia Civil pidió a los vecinos que apartaran sus
vehículos de las carreteras -especialmente la CV-424 hacia Godelleta-
para facilitar el trabajo de los medios de extinción. Varios accesos a
las urbanizaciones quedaron bloqueados, lo que dificultó la circulación
de los camiones de bomberos. Un refugio de animales también fue
desalojado en Godelleta, motivo por el que pidieron ayuda para evacuar a
40 perros, 30 gatos, dos cerdos, una yegua y un gran número de gallinas
y patos.
Mientras los brigadistas y bomberos luchaban contra el
fuego, agentes del Seprona de la Guardia Civil y técnicos de la
Conselleria de Medio Ambiente se hicieron cargo de las primeras
investigaciones para determinar las causas del incendio. La existencia
de cuatro focos era un indicio de presunta intencionalidad que
preocupaba a los especialistas.
El conseller de Gobernación y Justicia, Serafín Castellano,
se desplazó al lugar cuando fue informado de la gravedad del incendio,
cuya gran humareda era visible ayer desde Tavernes de la Valldigna.
Castellano mantuvo una reunión de coordinación en el puesto de mando
avanzado del incendio, cuyo esfuerzo se centró en proteger la vida de
las personas y las viviendas.
Mientras Castellano hablaba con los mandos de la Guardia Civil, una
mujer gritaba compungida desde un mirador improvisado en Cumbres de
Calicanto: «¡Esa es mi casa! ¡Esa es mi casa!». Lloraba de impotencia y
explicaba a un familiar, por el móvil, cómo las llamas arrasaban su
vivienda a unos pocos kilómetros de donde estaba. Desde la carretera, la
mujer presenciaba, despavorida y sin consuelo, su propia desgracia sin
poder hacer nada para evitarlo. Su marido la cogía del brazo con
semblante serio, mientras los vecinos miraban el punto donde señalaba el
matrimonio, que coincidía con una gran humareda.
La desesperación de los vecinos
Media hora antes, un grupo de vecinos observaba cómo el
incendio parecía estar sofocado desde esta especie de mirador, junto a
la carretera, a las tres y media de la tarde. Entonces no se veían
llamas, sólo la humareda. Uno de los afectados señalaba sobre un cartel
de una futura urbanización el punto donde se había iniciado el incendio,
y cómo poco a poco se iba acercando a sus casas, abriéndose paso por el
monte bajo. Los vecinos hablaban de otros dos incendios que se habían
producido en tan sólo quince días, uno en la calle Columbretes de la
urbanización Calicanto, que había arrasado cerca de 3.000 metros
cuadrados. «El monte debería estar más limpio», afirmó un residente.
Tan sólo media hora después, a las cuatro de la tarde, la
expectación en este punto era máxima. El fuego se había reavivado y
avanzaba sin control hacia otras viviendas de la zona más baja. Los
coches paraban y cada vez había más espectadores en el mirador
improvisado. Los vecinos hacían cábalas. «Los hidroaviones han tardado
mucho en llegar. No son suficientes y tienen que irse muy lejos a cargar
el agua. Mientras van y vienen el fuego se reaviva», afirmó Vicente M.
Las llamas seguían abriéndose camino, impulsadas por el
fuerte viento que las hacía cambiar de dirección continuamente. La
Guardia Civil ordenó desalojar todos los chalés. «¡Salgan rápido de sus
casas y pónganse en zona segura!», gritó un agente. Un matrimonio
buscaba a una de sus perras. «El animal se ha escapado, y la otra perra
se ha quedado en casa. Esperemos que se haya ido lejos del fuego», dijo
la mujer. «Creemos que las llamas no han llegado a nuestra casa»,
añadió. Otros perros se habían quedado solos en las chalés y sus
ladridos se mezclaban con el ruido de las sirenas.
Muchos vecinos buscaban refugio en la zona urbanizada, pero
paraban en el mirador para echar un último vistazo a sus casas, aunque
el viento había hecho ya de las suyas y llevaba todo el humo hacia esta
parte de la sierra Perenchiza. El humo comenzaba a hacer casi
irrespirable el aire en esta zona. Hacia el centro, un conocido horno,
se había convertido, de forma espontánea, en un punto de encuentro para
los vecinos desalojados, a quienes el incendio les había sorprendido
justo antes de la hora de la comida. El sol lucía un color anaranjado,
colándose a través de la humareda que recorría las calles de Calicanto
poco después del mediodía.
Pilar, junto a sus hijas y sus nietas, sacaba los bocadillos que acababa
de comprar para las pequeñas, que todavía no habían comido. «Estaba
sola con ellas en casa. Mi hija estaba trabajando, decidí llevármelas
enseguida, y aunque sólo se veía el humo, no sabía lo que podía pasar»,
manifestó. Un vecino se ofreció a sacarlas de la urbanización en su
coche. «Luego vimos pasar un vehículo de la Conselleria y decidimos
irnos por si acaso», señaló la mujer. En el maletero del coche llevaban
algo de ropa, dos perros y un periquito, lo poco que habían podido coger
antes de la marcha precipitada «El periquito se nos había olvidado y ha
tenido que volver mi yerno a por él», afirmó Pilar con admiración.