El incendio que anoche originó un rayo devora cientos de hectáreas y obliga a desalojar a los vecinos de las casas de campo
Los vecinos de la Vall d'Ebo han pasado la noche en vela y con el susto en el cuerpo. "Son fiestas en el pueblo y estábamos celebrando la cena de los jubilados. Comenzó una tormenta eléctrica. Resplandecían los rayos y, de repente, ya vimos el fuego", ha explicado esta mañana Juan Frau, vecino de este pequeño municipio de la montaña de la comarca de la Marina Alta. "Es un desastre. Las llamas han rodeado todo el pueblo".
El fuego ha devorado cientos de hectáreas. Se ha roto en varios frentes. Uno sube hacia la montaña del Miserà en Pego y la Vall de Gallinera. Esta lengua de fuego está calcinando los terrenos forestales que ya ardieron en el gran incendio de 2015, que calcinó 1.700 hectáreas. Otro frente está entrando en el Barranc de l'Infern, en la Vall de Laguar. Lo positivo es que no sopla el viento. El único flanco que se ha librado del incendio es el de la serpenteante carretera que baja a Pego.
"Fue un rayo y el fuego comenzó en la partida del Frigalet, que es forestal y de bancales de cultivo", ha explicado otro vecino.
El incendio se desató sobre las 22 horas. "Medio hora después ya nos estaban desalojando. Nos dieron 5 minutos para salir de casa", ha comentado una vecina que tiene su casa en los alrededores de la Vall d'Ebo. "He pasado la noche en el pueblo, en la vivienda de la familia, pero otros vecinos han estado todas estas horas en la calle".
"Sí, no hemos dormido nada. Pero es que aunque nos hubieran alojado en algún sitio tampoco hubiéramos podido pegar ojo", ha indicado otra de las vecinas desalojadas. "Es muy angustioso. Sientes impotencia cuando ves que el fuego va a más y no se puede hacer nada".
Otro vecino desalojado ha pasado la noche con sus perros en la carpa del bar de la plaza del pueblo.
Los vecinos observaban esta mañana desde uno de los miradores del pueblo cómo avanzaba el fuego. Recordaban que para estos pequeños pueblos todo son contratiempos. Sufren despoblación y las familias jóvenes se marchan (la escuela lleva años cerrada). Esta primavera las lluvias torrenciales se ensañaron con los cultivos. Ahora el fuego arrasa los campos y las montañas y ennegrece y destruye uno de los recursos de estas zonas de interior, los paisajes y los enclaves naturales que atraen a excursionistas.
"Es una catástrofe. Ojalá lo apaguen pronto", ha comentado Juan Frau mientras, con el corazón encogido, observaba junto a otros vecinos el horizonte de llamas y de negrísimo humo.