SIRE

SIRE
SERVICIO DE INFORMACION RADIO EMERGENCIA

jueves, 26 de noviembre de 2015

UN GIJONES EN EL LIMBO DE LOS DESAPARECIDOS

Cuando una persona se esfuma, deja tras de sí una estela de trabas legales que debe resolver la familia. La gijonesa Rosa Riesco aún sigue buscando a Pedro, su hijo. Salió hace 80 meses de casa a tomar algo y aún no sabe nada de él. Eso sí, le siguen felicitando cada año su cumpleaños desde unos grandes almacenes y hasta le ha tocado ir a una mesa electoral

A Pedro Matías Sánchez Riesco le esperaban con la mesa puesta un 26 de marzo (de 2009), pero la comida se enfrió sin que él abriera la puerta. Bajó a tomar algo con unos amigos a un bar de Gijón y se despidió diciéndoles que se iba a casa. «Quedó en comprar el pan», recuerda su madre, Rosa. 80 meses después continúa esperándole. Guillermo Cancho Alejo salía todos los días a dar una caminata y aquel 4 de mayo (de 2006) no hizo una excepción. A las diez de la mañana cerró la puerta de su casa en la calle Federico García Lorca de Burgos para encontrarse con unos amigos. No volvió. Hace 3.493 días que su familia no sabe nada de él.
El 28 de octubre, un mensaje en el móvil de Joaquín Amills, presidente de SOS Desaparecidos, arrojaba un poquito de luz para otra de esas familias que esperaba tener noticias de un allegado que se marchó sin dejar rastro. Uno de los 90.000 colaboradores de la agrupación le ponía sobre la pista de un hombre que había sido encontrado en Italia viviendo en el monte como un eremita y sin parientes cercanos. «Le pedimos a otra asociación, la italiana Penelope, que nos averiguara algunos datos para ver si se correspondía con algún caso de aquí». El 2 de noviembre a las 19.45 horas le llegó la respuesta y en menos de una hora ya estaba hablando con la familia «con toda la prudencia del mundo».
 El hombre al que habían encontrado en Scarlino, una pequeña localidad de la Toscana, se había identificado como Carlos Sánchez Ortiz de Salazar, un joven que se esfumó de su casa en la localidad sevillana de Cazalla en 1996 y del que no se volvió a tener noticias a partir de 1998. Hace cinco años un juez firmó, a petición de la familia, la declaración de fallecimiento de este médico nacido en Bilbao en 1970. Es decir, oficialmente Carlos estaba muerto hasta el pasado día de los Fieles Difuntos... Este documento es una figura regulada que trata de dar solución a las trabas burocráticas, que no son pocas, a las que deben enfrentarse los parientes de los desaparecidos.
«Te quedas en el limbo legal», apunta Marisol Ibarrola, impulsora y responsable de las jornadas técnicas sobre desaparecidos que se organizan en la localidad vizcaína de Arrigorriaga desde hace casi una década. «Con qué amargura me lo contaba la madre de Borja Lázaro», recuerda la experta. Al hijo de esta mujer, que acaba de enviudar, se le perdió el rastro cuando estaba de viaje en Colombia. Sin reponerse del golpe, del que en enero se cumplirá un año, «tuvo que atender sus bienes», que estaban en Luxemburgo, donde vivía este vitoriano de 34 años. «Entre ellos había una hipoteca... Dio cincuenta mil vueltas».
También Rosa descubrió al poco de desaparecer Pedro Matías que tenía que presentar la declaración de la renta. «No había caído». Igualmente, tuvo que arreglar temas como «el médico, las tarjetas de crédito, las cuentas del banco... ¡Si es que hasta le tocó ir a la mesa electoral!».

El mal trago de Tráfico
Aunque para Rosa «lo peor fue el coche». Después de algún tiempo decidió llevarlo a un desguace y darlo de baja. «¡El vehículo estaba aparcado al lado de casa y yo no quería verlo más!». No lo logró hasta hace año y pico, y eso que tenía todos los documentos necesarios. Ese día su «desesperación» fue tal que acabó fuera de sí en Tráfico «y llamando a la UDEV», la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta de la Comisaría General de Policía, que fueron quienes recondujeron la situación. Pese a todo, «aún hoy le llegan cartas... Y unos grandes almacenes siguen felicitándolo por su cumpleaños».
 A partir de que se obtiene la declaración de fallecimiento del desaparecido, los familiares pueden poner en orden todos estos temas y otros más, tan importantes como «solicitar pensiones de viudedad y orfandad, extinguir algunas de las responsabilidades civiles que tuvieran las persona desaparecidas, tramitar las herencias...», explica José Antonio Tuero, presidente de la Sección de Abogados Penalistas del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid. El criterio para obtener este documento es «meramente temporal», expone su colega José Rafael Rich Ruiz, que asesora legalmente a la Fundación Europea por las Personas Desaparecidas QSD-Global, puesta en marcha por el periodista Paco Lobatón. La familia puede recoger este documento firmado por un juez a los diez años de las últimas noticias del ausente o a los 5 si «al expirar este plazo tuviera 75 años». Aunque hay intervalos mucho más cortos para casos de accidentes aéreos, militares o marítimos.
 En seis meses se cumplirá una década desde que Guillermo Cancho salió a pasear y no regresó. A partir de ese momento, su mujer ya podrá iniciar el proceso para declararle muerto y obtener una retribución acorde con su nuevo estado civil, viuda. Si quisiera... Porque no todas las familias de los desaparecidos lo piden. A Rosa, por ejemplo, ni se le pasa por la cabeza. «No lo pienso hacer... Ni yo, ni nadie de la familia», defiende enérgica. «Hay quien no lo lleva a cabo porque siente que es admitir que ya no tiene esperanzas de encontrar a esa persona», explica Ibarrola. La carga psicológica de las familias de los desaparecidos es muy pesada. «Se enfrentan a los mismos problemas que conlleva un duelo», apunta el psicólogo Sergio García. «Cuando el apego es muy fuerte siempre se espera que la ausencia sea pasajera», detalla su colega Javier Urra. ¿Y qué pasa cuando la desaparición es voluntaria? Que la cosa se complica: «No tenemos a quien echar la culpa», subraya García. «Ni respuestas a nuestras dudas, algo que el ser humano siempre necesita», añade Urra.
«Desaparecer no es delito»
Sin embargo, aunque la familia haya tramitado el certificado de fallecimiento, la policía «nunca» deja de buscar a esa persona. Lo explica el inspector Pedro Herranz Sánchez, jefe del Grupo de Desaparecidos de la UDEV. De la misma manera que no hay que esperar ni un minuto para denunciar un caso, los agentes continúan con las investigaciones pase el tiempo que pase hasta que se tiene constancia de que la persona aparece, sea viva o muerta. «Es un trabajo continuo» en el que «se chequean todas las bases cada cierto tiempo, se reúnen los datos que puedan ir apareciendo, se vuelve a hablar con la familia, a la que mantenemos informada... Los casos no se archivan nunca». Cuando, por ejemplo, aparece un cadáver sin identificar, sus datos se cruzan con los de los desaparecidos y, si corresponde, se realizan exámenes de ADN. También puede ocurrir que se localice vivo a un individuo que se fue por propia voluntad. «Si no quiere regresar, simplemente se informa a los allegados y se deja constancia en nuestra base de datos. Desaparecer no es delito».
¿Y qué pasa si una vez tramitado el documento de fallecimiento, la persona regresa? Lo que ha ocurrido con Carlos Sánchez Ortiz de Salazar es lo que los abogados llaman una «reaparición», aunque el encuentro familiar «quedara frustrado por la filtración del caso a la prensa» y por la posibilidad de que se iniciara «una caza al hombre», apunta Amills. No es un fenómeno habitual, pero sí está recogido en la ley. Cuando esto ocurre, «la familia debe informar a la Justicia para que se revoque la declaración de fallecimiento», subraya Iciar Iriondo, directora del despacho de criminología DACRIM, que colabora con SOS Desaparecidos.
A partir de ese momento, la persona puede renovar su documentación y reclamar todo lo que dejó al irse. «Recobran sus bienes en el estado en que se encuentren y tienen derecho al precio de los que se hubieran vendido o a los bienes que con este precio se hayan adquirido», detalla Rich Ruiz. Aunque «no podrán reclamar a sus sucesores las rentas, frutos ni los productos obtenidos con los bienes de la herencia», apostilla Iriondo. En todo caso, les queda otro intenso papeleo por delante.