La familia del desaparecido identificó el cuerpo gracias a la ropa y a unas llaves, que se comprobó eran del coche del accidentado
El cadáver del pescador desaparecido en la madrugada del pasado día 31 en los acantilados de Miengo fue localizado ayer en alta mar, a una hora de la costa de la localidad vizcaína de Bermeo, según confirmaron fuentes de la Guardia Civil a este periódico.El cuerpo sin vida de Gustavo, un hombre de 35 años, natural de Polanco y residente en Torrelavega, fue encontrado flotando en el agua pasadas las 12.00 horas por los tripulantes de una embarcación de recreo que navegaba en ese punto. De inmediato, alertaron de su presencia a la Ertzaintza y hasta el lugar se desplazó una embarcación de Salvamento Marítimo que rescató el cadáver y lo trasladó a puerto. Allí esperaba una comitiva judicial, que trasladó al fallecido hasta el servicio de Patología Forense de Bilbao.
Desde el primer momento se barajó la posibilidad de que el hallazgo correspondiera al pescador desaparecido hace ocho días tras precipitarse entre las rocas de la costa de Miengo, mientras pescaba de madrugada con unos amigos. Ante esta sospecha, la Guardia Civil de Cantabria contactó con la familia del joven, muy conocida en el municipio, que se trasladó hasta el Instituto de Medicina Legal de la capital vizcaína. A pesar del avanzado estado de descomposición que presentaba el cadáver después de permanecer más de una semana en el agua, la identificación fue posible en el momento, sin necesidad de esperar a los resultados de otras pruebas, gracias a las ropas que quedaban en el cuerpo y a las llaves que todavía guardaba, que se correspondían con las del vehículo propiedad del desaparecido, según pudieron comprobar los allegados. El reconocimiento familiar a través de esos indicios fue suficiente para que el juez diera por identificado el cadáver.
La desaparición de Gustavo se produjo a primera hora de la madrugada del pasado día 31 cuando el joven y unos amigos, todos ellos pescadaores experimentados, decidieron aprovechar la luz de la luna llena para salir a pescar de noche y con la subida de la marea, cuando los peces pican más. Eligieron los acantilados de Miengo, una enorme pared rocosa entre las playas de Usgo y Valdearenas. Una vez allí se colocaron al final de la margen izquierda de la desembocadura del Pas, en la rompiente Robayera. Todo transcurría con normalidad hasta que un pez escurridizo se resistió a su captura y no pudieron cobrar la pieza. Gustavo no se dio por vencido y decidió descender por los riscos despacio para averiguar que había pasado. A punto de culminar el descenso, una ola le cogió desprevenido y lo arrojó al mar. Ese día había mar de fondo y olas de más de tres metros. Durante días fue buscado sin éxito.