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lunes, 22 de junio de 2015

TEMPORADA DE GALERNAS EN EL CANTABRICO

Hasta finales de septiembre puede darse este fenómeno que solo sucede en un puñado de lugares del planeta.
Es una seña de identidad del Cantábrico, un rasgo propio y diferencial del tramo comprendido entre Asturias y la costa vasco-francesa. Tan solo aquí y en un puñado más de puntos del planeta -algunas zonas del litoral californiano, del sur de Australia o de África- se desencadena este espectacular fenómeno atmosférico, un auténtico reto predictivo para los meteorólogos. Se trata de las galernas, esas tempestades repentinas que se presentan en verano casi sin avisar para acabar arruinando un apacible y bonito día de playa. Hoy en día transcurren sin mayores consecuencias que una estampida de bañistas pero, históricamente, han sido sinónimo de tragedia, muerte y destrucción entre los hombres de la mar.
«El fenómeno se origina en lugares donde las cordilleras discurren cercanas a la costa y con contrastes térmicos entre las elevadas temperaturas que se alcanzan en Cantabria y País Vasco a diferencia de los grados que se registran en Asturias y Galicia», explica José Luis Arteche, Delegado Territorial de Aemet en Cantabria. «Esto rompe la estabilidad y se forma una masa de aire que avanza pegada a la costa levantando fuertes vientos a su paso. Las galernas aparecen en días despejados con horizontes soleados. Es entonces cuando se da un giro de viento absoluto», apunta el meteorólogo.
Estamos en plena temporada de galernas, un fenómeno que puede desencadenarse entre finales de abril y los últimos días de septiembre. Aunque aún no se conoce con exactitud cuál es el mecanismo exacto que las provoca, sí se sabe que su origen está íntimamente ligado a la particular orografía de la costa cantábrica, cruzada por una cordillera paralela al litoral que juega un papel determinante entre los vientos que proceden del mar y los que llegan desde la reseca meseta castellana. La interacción de ambos flujos en relación con el macizo montañoso se traduce en significativos cambios de temperatura, humedad y presión atmosférica. De hecho, se engloban entre los fenómenos conocidos como 'perturbaciones atrapadas en la costa'.
En síntesis, una galerna es un temporal repentino y violento que se desata en jornadas normalmente bochornosas y de ambiente apacible. De repente, sin señales de aviso aparentes, se produce un súbito y brusco giro del viento -de oeste a noroeste-, con fuertes rachas que pueden llegar a superar los 80, e incluso, 100 kilómetros por hora. El cielo se oscurece por la llegada de brumas y nubes bajas, las temperaturas se desploman a velocidades de vértigo -hasta más de 10 grados en solo 10 minutos-, aumenta la humedad relativa hasta el 100%, también se dispara la presión atmosférica y pueden aparecer chubascos.
La situación marítima, hasta entonces de calma chica, empeora de forma considerable, poniendo en serio riesgo la estabilidad de las pequeñas embarcaciones. «La peligrosidad de las galernas no radica en la fuerza del viento, sino en lo súbito de su aparición, cuando el ambiente está en calma y la gente que está en la playa o en el mar piensa que no puede pasar nada», apunta Arteche. Por eso, subraya el meteorólogo, «nunca hay que bajar la guardia». Pero el riesgo no solo se circunscribe a la costa. Los efectos de estos temporales también se dejan notar en los primeros 20 ó 30 kilómetros tierra adentro. Son muchos los pilotos que han tenido que poner a prueba su pericia a la hora de tomar tierra en pleno vendaval durante una galerna.
Difíciles de predecir
En realidad, el temporal comienza a desarrollarse en la costa asturiana, a la altura de Avilés, desde donde se propaga de oeste a este «a gran velocidad», hasta morir en las costas del País Vasco-Francés. Pero es el litoral cántabro y vasco el afectado ya que alcanza su máxima intensidad y rapidez entre Ontón, casi en el límite con la muga vizcaína, y Biarritz.
La fuerte galerna del 7 de junio de 1987 no causó muertos en Cantabria, aunque sí en el País Vasco, donde falleció una mujer al ser alcanzada por una tabla de surf en la cabeza y un bebé de siete meses, al caer sobre él una tejavana del chiringuito. Además de estos sucesos, el número de heridos se elevó a 300. Los testimonios de las personas que se encontraban en las playas eran dramáticos. Relataban como volaban las tablas de surf y piedras que se desplomaban de los montes próximos. En Cantabria la zona que registró mayor virulencia por la galerna fue Colindres, donde un pesquero de 40 toneladas amarrado en puerto volcó causando graves desperfectos.
El hándicap es que estas variaciones obligan a emplear sistemas 'nowcasting' de predicción a muy corto plazo. «No es un fenómeno fácil de pronosticar. Aunque el modelo meteorológico es cada vez más sofisticado y con mayor resolución, la escala de una galerna es tan pequeña que, aun con todo, se cuela», explica Arteche. «La galerna está dentro del Plan de Avisos de Aemet. Damos aviso de ello el propio día del fenómeno, por la mañana, aunque el día anterior se puede prever, pero no se confirma hasta el mismo día».