Viajó a Europa en 2004 de polizón en un barco cargado de
madera procedente de China. Recaló en Burdeos, desde donde fue avanzando
por toda Francia, a razón de 90 kilómetros al año. Entró en España en
2010 por Irún y se siguió expandiendo por Guipúzcoa, Navarra, Vizcaya,
Álava, Burgos... En el País Vasco ya empieza a ser una plaga, en La
Rioja se espera su llegada inminente y en Cantabria se observa con
inquietud la mala fortuna de las comunidades vecinas que ya la tienen
encima. Los apicultores la temen, y la Administración comienza a tomar
medidas para hacerle frente en cuanto asome. El enemigo es la avispa
asiática, una especie invasora que diezma las colonias de abejas, más
grande (la reina puede medir 4 centímetros), voraz (puede acabar con más
de 90.000 abejas en tres días) y los que la han sufrido dicen que su
picadura es más dolorosa que la de sus ‘primas’, los avispones
autóctonos.
De momento no se ha visto ninguna por la región, aunque no
se descarta que haga su entrada a medida que avance la primavera, si
sigue progresando a este ritmo.
Ante la amenaza de la avispa asiática (vespa velutina), la
Dirección General de Montes y Conservación de la Naturaleza del Gobierno
de Cantabria ha puesto en marcha un ‘Plan de Vigilancia y Control’,
elaborando una hoja divulgativa para distribuirla entre los agentes del
medio natural, para que aprendan a distinguirla y la detecten. Y,
mientras se espera a saber qué ocurre, los técnicos del Ejecutivo
autonómico ya están preparados para poner en práctica «los protocolos
correspondientes» para atacar las colonias en el hipotético caso de que
lleguen a Cantabria, y, de ser preciso, «se está en disposición de
actuar con celeridad», aseguran desde la Consejería de Ganadería, Pesca y
Desarrollo Rural.
«He contactado con compañeros de otras provincias y,
realmente, la situación es preocupante, aunque yo, en Cantabria, puedo
decir que todavía no la he visto». Lo dice Eduardo Lastra, un veterano
apicultor de Parbayón que colabora habitualmente con el 112 en la
retirada de colmenas de abejas y eliminación de avisperos. En el caso de
la asiática todavía no tiene claro cómo se debe actuar, pues dice que
la avispa gigante ‘autóctona’ es la única que podría atacarla, por lo
que, en teoría, no se debería matar a la de aquí, «pero, en cambio, una y
otra se comen a las abejas, entonces...», duda. En Francia colocan en
las ventanas botellas de plástico con uvas dentro a modo de cepo para el
avispón asiático, «estos días está generalizado, hay trampas por todas
partes». En el País Vasco se ha puesto en marcha un ‘plan de choque’, y
el Gobierno distribuirá el mes que viene entre los apicultores un
biocida (veneno), que ya ha sido utilizado en Chile.
No es un tema baladí. La asiática es una depredadora
insaciable y agresiva, que come todo tipo de insectos. A las abejas las
espera ante las colmenas a que vuelvan cargadas de polen. Entonces, las
capturan, les cortan la cabeza, las patas y el aguijón y se llevan el
resto a su nido.
En la Consejería de Ganadería explican que, en primavera,
cada avispa reina construye un nuevo nido, pone unos pocos huevos y
cuida de las larvas, que nacen en mes y medio. Las primeras obreras
adultas siguen construyendo el nido, mientras la reina dedicará el resto
de su vida a poner huevos y las demás le llevan la comida (insectos,
miel, fruta, carne...). El nido y la colonia aumentan de tamaño hasta
alcanzar en otoño un máximo de unos 1.800 individuos.
Las hembras reproductoras de la nueva generación –unas 300
por nido– se van con los machos para aparearse, mientras la vieja reina
muere junto al resto de la colonia. Entonces, las avispas fecundadas
pasan el invierno protegidas en la hojarasca del bosque o en las
cortezas de los árboles, hasta la siguiente primavera, cuando cada una
construirá su propio nido... Sin depredadores a la vista, la ‘vespa
velutina’ crece de manera imparable.
Cada vez hay más avispas
Lo cierto es que, asiática o española, Eduardo Lastra
afirma que la población de avispas es cada vez mayor. «El año pasado
retiré unos diez nidos de avispón gigante y 40 de avispa normal, el
doble que el año anterior», afirma. Piensa que, detrás de este aumento,
estuvo la sequía de los meses de verano, que en 2012 se prolongó más de
lo habitual. Para los avisperos grandes usa un lanzallamas y, para los
pequeños, un simple spray insecticida. A pesar del riesgo, suele salir
indemne, pero recuerda la picadura de la avispa gigante que sufrió la
pasada temporada, «me picó en la tripa, pensé que me daba un mal».