Los expertos reclaman limitar las actividades y la movilidad de forma gradual desde umbrales más bajos de contagios La segunda ola del coronavirus rompe
sobre lugares ya muy golpeados por la epidemia, pero, pese a la
experiencia, la respuesta vuelve a ser desigual: mientras París y Nueva
York van a cerrar bares y restaurantes esta semana para frenar los
contagios, Madrid, el mayor foco en Europa de la COVID-19, se limita a
acortar los horarios y reducir el aforo. Es quizás el ejemplo más
evidente de cómo la falta de criterios claros y transparentes en España desde el inicio de la desescalada, además de las diferencias políticas entre administraciones, ha acabado por establecer una estrategia que impone medidas insuficientes y solo cuando el semáforo ya está en rojo.
Hasta la semana pasada, cuando la situación en la Comunidad de Madrid
hizo crisis, en España no existían unos indicadores a partir de los
cuales se exigiera a las comunidades autónomas, quienes tienen las
competencias sanitarias desde que decayó el estado de alarma, adoptar
medidas para frenar al SARS-CoV-2. Aunque el Ministerio de Sanidad publicó en mayo una serie de indicadores sobre los que se basó el paso de fases en la desescalada, nunca aclaró sobre qué umbrales funcionaban.
Ahora, tras una dura pugna política, el Ministerio de Sanidad ha establecido a través del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud tres criterios, solo aplicables a las ciudades de más de 100.000 habitantes, aunque recomendadas para el resto: una incidencia acumulada en los últimos 14 días superior a los 500 casos por cada cien mil habitantes, una tasa de positivos en las pruebas superior al 10 % y una tasa de ocupación en las unidades de cuidados intensivos de la región superior al 35 %.
“Son umbrales que están bien para la situación más extrema, pero no el umbral de base a partir del cual hay que actuar"
"Son umbrales que están bien para la situación más extrema, pero no el
umbral de base a partir del cual hay que actuar. Es el umbral que nos
sitúa en la luz roja, cuando hay que tomar medidas más restrictivas",
asegura a RTVE.es el epidemiólogo Daniel López Acuña, ex director de Acción Sanitaria en Situaciones de Crisis de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Una de las cosas que se han aprendido en la primera ola es que cuanto
antes aplicas las medidas y cuanto más severas son, menos van a durar. Y
España no ha hecho nada hasta llegar a 500 casos”, abunda Salvador Macip, especialista de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), que califica las medidas impuestas en Madrid, donde se ha confinado perimetralmente la capital y otras nueve grandes ciudades aunque con numerosas excepciones, de "demasiado relajadas".
Establecer criterios y medidas graduales
Los criterios establecidos para imponer restricciones a la movilidad en España, pergeñados a partir de la situación de Madrid aunque ya están alcanzando a ciudades como León, se encuentran lejos de los estándares que fijan los principales organismos internacionales. Así, la OMS considera que la epidemia está bajo control cuando la tasa de positividad es inferior al 5 %, la mitad de lo fijado en España, cuyo porcentaje de positivos es del 11 %, según el último informe del Ministerio de Sanidad; siguiendo este criterio, todas las comunidades deberían adoptar medidas, a excepción de Asturias.
En cuanto a la incidencia acumulada, el Centro
Europeo de Prevención y Control de Enfermedades (ECDC; por sus siglas
en inglés) establece que es preocupante cuando supera los 10 casos por
cada cien mil habitantes en los últimos 14 días, mientras que el umbral español se sitúa cincuenta veces más alto,
en 500 casos por cada cien mil habitantes. Y, ahora mismo, ninguna
autonomía española baja del centenar de casos, si bien los expertos
abogan por combinar criterios para establecer medidas en áreas
concretas, más que en regiones completas.
“Es importante no pasar de permitir todo a nada, todo el mundo en casa, hay que establecer puntos intermedios"
"Es importante no pasar de permitir todo a nada, todo el mundo en casa,
hay que establecer puntos intermedios", explica Salvador Macip, quien
pone como ejemplo Reino Unido, donde a partir de cien casos por cada cien mil habitantes se empiezan a imponer restricciones,
cuando en España hay localidades que superan los mil casos, un nivel
que, a su juicio, deberían obligar a restricciones severas. "Pero si
empiezas en cien, a mil no llegas", asegura, aunque recuerda que la
incidencia no debe ser el único marcador y que el indicador esencial es la saturación de los hospitales y de las unidades de cuidados intensivos.
López-Acuña, por su parte, aboga por un sistema tipo semáforo, a semejanza de las alertas de la Agencia Estatal de Meteorología, que ha elaborado junto a otros dos especialistas, José Martínez Olmos y Alberto Infante Campos, que se traduce en "una
gradación de las medidas" para las situaciones intermedias que impidan
alcanzar niveles descontrolados de trasmisión del virus.
Así, con 250 casos por cada cien mil habitantes, una tasa de
positividad del 6 % y una ocupación de las UCIs del 15 %, que sería el
nivel amarillo, proponen medidas similares a las de la Fase 3 de la desescalada, donde los aforos seguían limitados a la mitad. Con 375
casos, una tasa de positividad del 8 % y el 25 % de las camas de
cuidados intensivos ocupadas, lo equivaldría al nivel naranja, se adoptarían medidas de la Fase 2, con aforos limitados a un tercio y sin clases presenciales en las universidades. Y cuando se alcancen los 500 casos, es decir, los criterios fijados actualmente, sería el nivel rojo y habría que volver a la Fase 1.
Cerrar pese al coste económico
En
este nivel se encuentra buena parte de la Comunidad de Madrid e
implicaría, tal como recuerda este especialista, limitar la actividad de
bares y restaurantes a servir comida a domicilio y recuperar los tramos horarios por grupos de población para salir a la calle, entre otras medidas.
"Yo
creo que algunas de las medidas tendrían que ser más restrictivas,
especialmente con los movimientos de población. La gente sigue saliendo
mucho a la calle", afirma López-Acuña, quien reclama, además, reforzar la atención primaria y la vigilancia epidemiológica, es decir, los sistemas de rastreo, para que las limitaciones impuestas sean verdaderamente eficientes.
“Si hay que cerrar, lo primero sería sitios
cerrados no esenciales: no vas a cerrar colegios, pero a lo mejor hay
que cerrar bares y restaurantes"
Macip coincide en que sería necesario elevar la intensidad de las restricciones, aunque admite el coste económico que suponen:
"Yo optaría por reducir al máximo las actividades no esenciales, como
la de los bares, aunque con un paquete de ayudas, porque es una
situación de emergencia. Pero si hay que cerrar, lo primero sería sitios
cerrados no esenciales: no vas a cerrar colegios, pero a lo mejor hay
que cerrar bares y restaurantes".
No son decisiones sencillas, como demuestra que los políticos suelen ser reacios a adoptarlas: en Irlanda,
el comité de expertos que asesora al Gobierno acaba de recomendar
volver al nivel cinco, el más alto, de alerta por la epidemia, lo que
equivaldría a un confinamiento nacional, después de superar los cien
casos por cien mil habitantes en el país, pero el Gobierno lo mantiene
por ahora en el nivel dos.
Sin embargo, en París se
ha activado la alerta máxima, que el Gobierno establece a partir de los
250 casos por cien mil habitantes, y desde este martes cierran todos
los bares. Y el alcalde de Nueva York, Bill de
Blasio, ha pedido al gobernador del Estado, Andrew Cuomo, que autorice
el cierre de toda actividad no esencial, incluidos los colegios, en
nueve distritos donde la tasa de positividad ha superado el 3 %,
consciente de que la ciudad no puede permitirse una tragedia como la de
la pasada primavera.