A las 2.00 horas de la madrugada del
domingo, hora peninsular, habrá que adelantar el reloj hasta las 3.00
horas. Arrebatándole una hora al domingo 31 de marzo se recuperará el horario de verano en cumplimiento de la Directiva Comunitaria que afecta a todos los países de la Unión Europea para ahorrar energía.
La idea se le ocurrió al científico y diplomático estadounidense Benjamin Franklin,
que en un ensayo escrito en 1784 sugirió adelantar una hora los relojes
al comienzo de la primavera para ahorrar en velas. El cambio de hora se
generalizó aunque de forma desigual a partir de 1974 con la primera
crisis del petróleo, para aprovechar mejor la luz del sol y consumir
menos electricidad en iluminación.
Desde 1981 se aplica como directiva de
la Unión Europea, que ha sido renovada cada cuatro años. Desde la
aprobación de la novena directiva, por el Parlamento Europeo y Consejo
de la Unión, en enero de 2001, el cambio horario se aplica con carácter
indefinido y en España dicha norma fue incorporada al ordenamiento
jurídico español por real decreto en 2002.
La UE establece con carácter
permanente las fechas de inicio del periodo de la hora de verano (en el
que, como ahora, se adelanta el reloj una hora) y su finalización
(cuando se retrasa el reloj una hora), produciéndose el último domingo
del mes de marzo y el último domingo del mes de octubre,
respectivamente. Se estima que de este modo se ahorra un 5% en energía, alrededor de 300 millones de euros según las estimaciones del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE).
De los dos cambios de hora que sufrimos al año, éste es el que más afecta a nuestro bienestar porque el organismo humano tiene más dificultades para adaptarse cuando siente que «ha perdido» una hora
que cuando la gana. La Sociedad Española del Sueño suele advertir que
durante los tres o cuatro primeros días del nuevo horario estival puede
ser habitual la sensación de cansancio a lo que se suma una mayor
dificultad para irse a la cama como consecuencia de la alteración del
reloj biológico. Los niños y los ancianos serán los que más sientan este
cambio.