El alcalde de Pedrógão niega la versión oficial y apunta a un origen criminal del incendio
El fuego ha tendido una nueva emboscada a Portugal, pero ya no en los montes, donde
el incendio iniciado en Pedrógão Grande se ha desbocado de forma crítica, sino en la
caldeada atmósfera social, estupefacta ante los testimonios y los datos
que empiezan a distinguirse entre la densa humareda inicial. A la
insólita tragedia se suma, además, la reacción a la primera muerte
hospitalaria de un bombero local de Castanheira de Pêra, que ha minado
la moral de la exhausta legión de bomberos.
El país está a merced del viento. Las ganas de
ofrecer alguna buena noticia dentro del descomunal drama llevó a los
responsables del centro de coordinación reubicado en Avelar a trasladar
la idea de que el incendio podría quedar controlado a mediodía de ayer,
cuando lo que estaba ocurriendo en ese momento era justo lo contrario,
como confirmaron los mandos destacados en los montes de Góis, al norte
de Pedrógão Grande, donde trabajaban 600 operarios y siete aviones.
El fuego, sin llegar al alud incontrolable del sábado, volvió a enfurecerse en una zona más montañosa y escarpada
que tiene la dificultad añadida de que está repleta de pequeñísimas
localidades donde viven dos, cuatro o media docena de vecinos a lo sumo,
casi todos muy mayores y que muestran una alta resistencia a abandonar
sus propiedades. En total,
una treintena de aldeas de distintos tamaños fueron evacuadas en Góis,
a las que se suman las trece de Pedrógão Grande, donde los habitantes
de la zona cero original tratan de regresar a la normalidad convencidos
de que sus casas, con múltiples problemas accesorios, son seguras: no
queda un metro cuadrado por arder alrededor.
La lengua norte del incendio, hacia donde sopla el fuerte viento, se sitúa en la población de Soerinho
-comarca de Pampilhosa da Serra-, lo que, a falta de un nuevo recuento,
sitúa ya al siniestro como el más grave del país y, por descontado, el
más rápido que se haya visto jamás. Las 30.000 hectáreas oficiales se
van a quedar muy cortas si se tiene en cuenta que la lengua
avanzó 40 kilómetros en un día y medio.
Ayer, el fuego tenía
cinco frentes, y las
críticas sociales,
al menos, otros tantos: los problemas de comunicación fueron palpables,
hasta el punto de que el sistema de Protección Civil, que coordinó el
operativo, se quedó colgado. Cientos de llamadas de socorro no fueron
atendidas, para desesperación de los afectados, y
nadie entiende que los servicios de emergencias no fuesen capaces de transmitir la idoneidad de quedarse en las casas teniendo en cuenta que la tragedia en la llamada carretera de la muerte, la EN236,
ya se conocía, y los propios operarios tuvieron problemas para circular
por las pistas que unen las aldeas, por el fuego y la caída de troncos y
cables eléctricos.
Para el alcalde, no hubo rayo
Pero a estas cuestiones abiertas, cargadas de recelo sobre la gestión
del operativo, se ha unido una voz autorizada, la del alcalde de
Pedrógão Grande. Es la única que ha puesto
en solfa la versión oficial sostenida desde el primer momento por la Polícia Judiciária sobre
el hecho de que el incendio se originó por un rayo caído en un árbol en
el bello paraje de Escalos do Meio. Según unas declaraciones del
socialista Valdemar Alves recogidas por la TVG, él se encontraba a menos
de un kilómetro de ese lugar y,
a su juicio, esa zona no se vio afectada por la «treboada seca»
que se ha señalado como origen del infierno. Por contra, asegura
conocer el «mundo criminal» de los incendiarios que en estos momentos no
está siendo investigado, extremo que lamenta.
Otro frente que empieza a preocupar es el de la
indignación mediática,
que es generalizada y se ha convertido en asunto recurrente en
programas e informativos una vez agotados los increíbles relatos de las
calamidades personales y familiares. A medida que pasan las horas, las
preguntas en las ruedas de prensa empiezan a ser más complejas y
críticas, y la incomodidad es palpable en los mandos intermedios, que
han dejado de hacer declaraciones para remitirse al parte oficial. Pero
los despistes en la política comunicativa tampoco ayudan a levantar
el ambiente de descrédito
y, de hecho, según el último balance oficial de víctimas, siempre
provisional, el fuego ha provocado 64 muertos y 153 heridos, aunque esta
nueva cifra que descolocó a todo el mundo incluye ahora a los afectados
y trasladados en varios incendios
de las áreas más recientes, no solo el declarado el sábado en Pedrógão
Grande. En el hospital de Coímbra, que ha recibido a todos los heridos
menos a dos, solo reconocen un total de 78 atendidos, de los que 17
siguen ingresados.
Los Canadair siguen volando
El momento de mayor confusión del martes llegó a mitad de la tarde, cuando
Protección Civil -asegura Efe- informó de que un avión Canadair que
arrojaba agua en un foco del entorno de Ouzenda se había desplomado.
Los fiables hidroaviones rojos y amarillos que también actúan en España
desde 1975 sin apenas incidentes mantienen una actividad frenética
mientras hay luz y cargan en los numerosos embalses de la zona, y
supuestamente una de sus espectaculares bajadas coincidió con la
explosión de unas bombonas de una caravana que cedieron al calor,
coincidencia que disparó las especulaciones.
Sin embargo, dos horas después, un comandante aseguró que no tenía
«conocimiento de la caída de ningún avión», aunque admitía que, debido a
la confusión, Protección Civil decidió enviar efectivos a la zona del
supuesto accidente. Una demostración más de las dificultades que están
encontrando para optimizar la gestión de los numerosos recursos
materiales que van llegando poco a poco y de un grupo humano entregado a
la causa, pero que en ocasiones no encuentra las órdenes esperadas.
Las vidas que se llevó el fuego
Entre las casi treinta víctimas del incendio identificadas, muchas son familias enteras que viajaban en el mismo coche
Quien huyó, murió. Es la síntesis de una tragedia que ha segado 64 vidas a
las que poco a poco se les empiezan a poner nombre, mirada y sonrisa.
Basta con observar las últimas imágenes de quienes se toparon de bruces
con el horror en Portugal para comprender la dimensión de la tragedia.
Hijos, parejas, padres o hermanos se quedan sin sus seres queridos.
Otros no pueden lamentar siquiera pérdida alguna, pues las llamas no
dieron tregua y terminaron con familias al completo. Lo más desagradable
que podía suceder ocurrió, quedando calcinados los proyectos de jóvenes
y mayores. Y todos los sueños de niños como Rodrigo, de 4 años, el
menor que ya no podrá ver a sus padres, que estaban de luna de miel,
recién casados.
una familia entera
El matrimonio Machado Sousa y sus dos hijos. Bianca
fue una de las primeras caras que se le puso a la tragedia, pero
desgraciadamente no fue la única de su familia. Según se hicieron eco
ayer los medios portugueses, tanto sus padres Sérgio Machado y Lígia
Sousa, como su hermano Martim perecieron atrapados por las llamas. La
familia, natural de Sacavém, aprovechaba estos días para descansar en un
complejo balneario en Castanheira de Péra, uno de los distritos
afectados por el incendio. El sábado, el día de la tragedia, Sousa
publicó una foto de los niños jugando en el agua.
eduardo y cristina
De visita familiar. Una pareja de Pontinha, que iba a
visitar a la madre de él -que se está recuperando en el hospital- a
Pedrógão Grande. Murieron en la N-236. Eduardo Costa trabajaba en
prótesis dentales y Cristina era asistente en un consultorio dentista.
un matrimonio y un hijo
Raíces en Coímbra. El ingeniero de 48 años Fernando
Rui Mendes, quedó atrapado junto a su mujer y su hijo pequeño en la
carretera 236-1. La información fue confirmada por un amigo de la
infancia de Rui al
Jornal de Notícias. Fernando Rui trabajaba
desde el 2005 en el Ayuntamiento de Castanheira de Péra, de donde era
natural, tras haber cursado la enseñanza secundaria y los estudios
universitarios en Coímbra.
Sara costa
Deja un hijo huérfano. Se encontraba en Vila Facaia
cuando eclosionaron las llamas. Era de Figueiró dos Vinhos y vivía cerca
de Pedrógão. Deja huérfano a un niño de 7 años.
Rodrigo
Murió con su tío. Rodrigo, de cuatro años, pereció
con su tío, Sidel Belchior, en la carretera de la muerte. El adulto
estaba a su cargo mientras sus padres estaban de luna de miel.
sara antunes
En el jardín. Con 3.800 habitantes, Figueiró dos
Vinhos era hasta este fin de semana un coqueto pueblo de Leiria. Ahora,
será recordado como uno de los focos donde azotó con más fuerza el
fuego, llevándose consigo pinos, eucaliptos, viviendas y vidas humanas.
Entre ellas la de Sara Antunes, de 33 años, que falleció en el jardín de
su casa al intentar escapar de las llamas. Su suegra perdió la vida en
el mismo escenario.
tres generaciones
Abuela, madre y nieta. Una abuela y una nieta, que
intentaron escapar en coche en la -ahora hecha cenizas- aldea de
Nodeirinho, para salvar sus vidas no pudieron hacer nada por sobrevivir
una vez se vieron inmersas en la ratonera de humo. Gina, la madre de la
pequeña, también se había subido al vehículo pero salió para buscar
ayuda. En su caso, tampoco pudo salvarse. No obstante, esta funcionaria
de la escuela de Pedrógão Grande fue trasladada al hospital aún con
vida. Pereció poco más tarde.
un padre de familia, solo
Mueren la mujer y sus hijas. Ana Marques Pinhal y
sus hijas, Margarita y Juana intentaron, como tantas otras familias,
escapar en coche del cerco que provocaba el fuego en Pedrógão Grande,
una vez más, sin ningún éxito. Mario Pinhal, el padre de las jóvenes y
pareja de Ana, que iba en otro vehículo, sí pudo salvarse.
de vacaciones
Naturales de Lisboa. Concepción Graça y José María
Nunes Graça eran naturales de Bobadela, en Loures, una localidad del
área metropolitana de Lisboa, explica el
Correio da Manhã. Pero
aprovecharon el buen tiempo, que se convirtió en su peor enemigo, para
pasar unos días con sus allegados en una de las zonas cero. Al intentar
escapar de las llamas fueron atrapados y murieron.
pareja de empresarios
Regresaban a casa. Manuel André Almeida, de 62 años y
María Cipriano, de 59, era una pareja de empresarios natural de
Amadora, también en el distrito de la capital lusa. Regresaban a casa
después de un almuerzo en Góis. Pero nunca pudieron llegar a su destino;
se toparon con la muerte en la ya fatídica N-236.
gonzalo conceição
Bombero de 40 años. Su muerte elevó a 64 las
víctimas mortales. Gonzalo Conceição era uno de los más de 2.200
bomberos que intentaba mitigar el fuego el pasado sábado. Permanecía en
estado muy grave en el hospital de Coímbra pero finalmente su cuerpo no
pudo resistir los daños causados por las quemaduras y pereció en el
complejo hospitalario. Estaba casado y tenía un hijo.
«Tememos por la vida de cuatro personas, el resto saldrá adelante»
El jefe de la unidad de quemados hacía el Camino de Santiago cuando le advirtieron por la noche de la urgencia
Jorge Lima es el director de la unidad de quemados y de cirugía
plástica del Hospital Universitario de Coímbra. El pasado sábado se
encontraba cerca de Santiago a punto de terminar el Camino Inglés.
Completa la ruta jacobea todos los años, pero esta vez lo ha tenido que
posponer. Una compañera de trabajo le envió un mensaje de madrugada
mientras estaba durmiendo en un albergue. Le informaba sobre la tragedia que estaba teniendo lugar en Pedrógão Grande. No lo dudó, cogió el coche y volvió inmediatamente a casa.